El desarrollo de los
conocimientos relativos a los discapacitados mentales pone de relieve otro
aspecto positivo: no les resulta imposible desarrollar una auténtica vida
afectiva y una vida sexual correspondiente a su capacidad relacional. A este
respecto, hoy la mentalidad ha cambiado. Se reconoce que el niño discapacitado
posee una predisposición a la vida relacional, una predisposición que es
preciso impulsar en la medida en que lo permitan la gravedad de su
discapacidad, el grado de desarrollo de su personalidad y los límites de su
libertad.
La educación para la vida afectiva y sexual debe comenzar muy pronto en los discapacitados mentales, porque pasa a través del conocimiento de su propio cuerpo. La educación sexual de los niños discapacitados comienza con una educación para la vida de relación con los demás, para el respeto de las demás personas, de su intimidad y de su cuerpo.
La educación para la vida afectiva y sexual debe comenzar muy pronto en los discapacitados mentales, porque pasa a través del conocimiento de su propio cuerpo. La educación sexual de los niños discapacitados comienza con una educación para la vida de relación con los demás, para el respeto de las demás personas, de su intimidad y de su cuerpo.
Luego, las respuestas a sus preguntas,
cuando piden información específica, deben ser pedagógicas, adecuadas a su
capacidad intelectual de integrar esa información.
Es importante enseñar a estos niños a
tener disciplina en su comportamiento, a hacer opciones responsables. También
es importante que los padres sepan escuchar a su hijo discapacitado para darle
la oportunidad de expresarse con respecto a su deseo de una relación de amistad
o de amor. Pero también es evidente que se le debe informar de los verdaderos
límites que pone su discapacidad, más o menos grave, a un posible proyecto de
matrimonio.
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